Kim Kardashian West continúa pegando fuerte en el mundo de la belleza. Primero, lanzó la fragancia de edición limitada Crystal Gardenia embotellada en un frasco a modo de cuarzo que se inspiraba en la energía sanadora de los cristales –y aprovechaba, de paso, el tirón del wellness–. Después, siguió con su trío de Kimoji Hearts –BAE, Ride or Die y BFF–, fragancias que promocionó para el Día de San Valentín con unos mensajes polémicos que decía dirigir bien a sus seres queridos o bien a sus enemigos (a su madre Kris Jenner o a Taylor Swift, respectivamente). Y ahora, su tercera apuesta olfativa se basa en su famosa figura de reloj de arena. «Hicimos un molde de mi cuerpo y lo convertimos en un frasco de perfume», anunció en Instagram con una imagen de su cuerpo desnudo cubierto por un velo de yeso.
Kardashian West no es la primera visionaria en esto de dar forma humana al perfume, pues ahí tenemos por ejemplo a Jean Paul Gaultier en los 90 y sus míticas fragancias Le Classique y Le Mâle. Pero es importante señalar que la marca de Kim, KKW, no solo ha lanzado los perfumes con más éxito del mercado –Kimoji registró unas ventas de más de 10 millones de dólares en los cuatro primeros días de su lanzamiento en febrero–, sino además los más transgresores en una industria dominada fundamentalmente por hombres. Y guste o no, ha sabido hacer de su cuerpo un gran negocio en sus propios términos: empoderándose a sí misma, a legiones de mujeres en el camino, y divirtiéndose con ello. Kardashian West desafía de nuevo a la visión masculina y nivela la contienda con su inteligencia como empresaria. Quién sabe qué vendrá después.